jueves, 10 de julio de 2008

El cuero

El otro día me hicieron una pregunta bastante interesante.

Estaba filosofando por teléfono con la gaba (para los que no sepan quién es la gaba pues se van a quedar con la duda porque no voy a revelar su identidad secreta). De hecho, así como filosofar no tanto sino más bien eso que se hace cuando no hay nada qué hacer y la plática fluye y los pensamientos empiezan a arribar sin coherencia alguna... Ok, estaba filosofando con la gaba.

El caso es que súbitamente y en la pachequez de la incongruencia me pregunta de forma muy seria: "imagínate si anduviéramos todos desnudos...". Como todo hombre que se jacte de ser hombre ante tal magnificiencia de comentario, mi mente empezó a divagar y mi pantalón me empezó a apretar. Una vez digerido el impacto inicial de las palabras escuchadas me puse a pensar en el trasfondo de lo que acababa de escuchar y tiene mucho sentido.

En algún lado leí (y si alguien sabe quién lo dijo que me avise) algo así como que "la ropa es el disfraz diario de nuestros propios complejos". Esta frase viene a mezclarse con lo anterior por el hecho de que la ropa está diseñada para resaltar u ocultar atributos o defectos, cualquiera que sea el caso.

Las minifaldas están hechas para resaltar las piernas, el sostén para alzar y dar forma a los senos, los pantalones pegados y los tops para dar forma y remarcar la silueta y todo esto sólo en el caso de las mujeres. Los jeans bien puestos en una fémina son una maravilla. Pero también existen los vestidos para esconder la panza, las camisas para dar énfasis a los senos y ocultar las caderas y un largo etcétera de diferentes prendas para distintas ocasiones. Una vez que quitas todo la gravedad hace su vil jugarreta y adiós fantasía.

¿Qué pasa si desapareces la ropa? ¿Si por arte de magia ya no existe la ropa en el mundo y toda la gente tiene que andar descalzo hasta el cuello por la vida?

Pues dentro de la pachuequez viene la utopía. La gente se libra de los complejos porque verdaderamente se empieza a fijar en otras cosas. Si estás gordo, flaco, tienes buena nalga, vives acomplejada por no ser Ivonne Soto o eres un Tommy Lee cualquiera, a nadie le va a importar porque todo mundo está exactamente igual. Los tacones ya no existen para dar forma al caminar y nadie se les queda viendo el trasero a las mujeres. En fin, ya no te desnudan con la mirada porque ya estás enseñando el cuero.

Te libras de miradas libidinosas y de segregaciones que te califican conforme a lo que traes puesto. Nadie va a saber cuánto te costaron tus zapatos sino qué tan bien te bañas. Y si alguien llega a pensar que tienes buena nalga, es que en verdad la tienes y no es un truco de los pantalones o la faja que traigas puesta. Hay que reconocer que cada vez nos volvemos más superficiales en cuanto al tamaño y volumen de los senos, trasero, piernas, brazos y poleas. Si alguien lo duda los reto por favor a que me digan por qué son famosos Gabriel Soto, Lorena Herrera, Maribel Guardia, Latin Lover, Sabrina, y un largo etcétera...

Ya en el monchis de la sabiduría y el conocimiento, el único "pero" que encontramos a tan maravillosa utopía fue que ya sería muy difícil identificar a los coapos.

Ora sí, hasta la próxima semana.

sábado, 5 de julio de 2008

Está cabrón...

La situación está perra.

El otro día estaba esperando el "pesero". Para los lectores internacionales de tan respetado escrito (osease, éste que están leyendo) y para los simples ignorantes, se le denomina "pesero" al vehículo de transporte colectivo automotor de la Ciudad de México al cual se le llamó de tal manera porque el costo del pasaje era de 1 peso. Se caracteriza por lo siguiente: unidad de lámina correosa y oxidada, asientos a medio tapizar de placas de madera y rebabas de lámina como respaldo, chofer de tez prieta con camisa blanca transparentosa abierta hasta el ombligo, cadena dorada (que no es lo mismo que de oro) en el cuello, música ambiental directa de la "Z" o la "Keee-bueenaaa" (prestigiosas estaciones de radio en la ciudad), y en casos más extremos "¡Radio 1, A Todaaa M'quinaaa!" y todos, sin excepción, escuchan en la noche el "Panda Show". Ningún chofer habla inglés y mucho menos español y todos son parientes entre sí.


El caso es que estaba parado esperando el pecerdo cuando se para dos pasos adelante de mí un payasito, sin globos en el trasero ni mamada y media, simplemente un cuate vestido de payaso. Pesero que pasaba pedía permiso para subirse, dar su "chow" y ganarse una lanita de propinas de los afables y amables pasajeros.


En eso pasa el galante vehículo que ansiaba por abordar, subo, pago mi respectiva cuota y atrás de mí oigo al payasito cómo le pide permiso al chofi para subirse y que le dicen que sí. Empieza el acto de este pobre con voz chillona tipo Lalo y Lagrimita y nadie le hace caso, hasta espanta a un niño queriendo hacerlo reir. Termina su speech de chistes pendejos con una despedida "pidiendo una moneda que no afecte su economía y que me ayude en lo que encuentro un trabajo para mantener mi casa".


Dos que tres le dan un moneda, otros se hacen los jetones para no darle nada, el escuincle vuelve a llorar, y finalmente se va a bajar del pesero cuando lo oigo que le cambia la voz a un poco más ronca y susurra para sí mismo: "tanta pinche maestría en la Unitec pa'terminar de payasito de peseros..."

Ora sí, hasta la próxima semana.