Transcurrió el día sin ningún contratiempo pero Laura seguía nerviosa por lo que había pasado en la mañana. No quizo contar nada por temor a que se burlaran de ella y pensaran que estaba loca. Era ya de noche y no tenía a dónde ir más que a su departamento.
Queriendo convencerse de que lo que había visto era sólo una mala broma de su imaginación llegó a su departamento. Esperó unos momentos afuera del baño y entró a él de manera violenta. Se acercó al espejo y no vio nada extraño en su reflejo. Vio por unos momentos su cara y solamente profirió una risa triunfante y nerviosa acordándose de lo sucedido en la mañana. Entró al cuarto y se preparó a dormir. Apagó las luces, se metió en la cama y cerró los ojos. Ya con los ojos cerrados lo único que podía recordar era esa sonrisa, y eso le espantó el sueño hasta llenarla de miedo.
…Después de sobarse la nuca, cerró la puerta del baño, baja la tapa del escusado y se sienta a sobarse los ojos cansados de no poder dormir. Se recarga sobre sus rodillas y apoya su cara sobre sus manos.
Empieza a dormitar sentada cuando escucha que dan tres golpes a la puerta del baño. Laura levanta la cara, y asustada, pregunta con voz temblorosa “¿Quién anda ahí?”. Del otro lado de la puerta escucha una risa, tan pútrida que le cala cada hueso en su espina. Se levanta del escusado temblando y abre la puerta. Sus ojos nerviosos buscan sombras en la oscuridad pero solamente alcanza a ver la luz prendida de su cuarto. Con pasos temblorosos se acerca a la habitación. Lo que ve la deja inmóvil y llena de miedo.
Es la figura de una mujer sentada en la orilla de la cama. La cabeza mirando al piso. Las manos apoyadas sobre la cama dejan ver unas uñas tan largas y negras que parecen garras, la piel completamente pegada a los huesos resaltando cada vena como lombrices moviéndose en su cuerpo. Las piernas cuelgan de la cama dejando un goteo de sangre por las llagas ya rotas terminando en unos pies carcomidos hasta los huesos.
Lentamente sube la cabeza dejando ver su rostro. Los ojos negros de la mujer reflejan la expresión de horror de Laura al darse cuenta que es ella misma. La mujer frunce el seño y le sonríe dejando ver nuevamente sus afilados dientes. Esa sonrisa. Esa boca. Esa voz que le dice “No hay nada peor que los demonios internos”.
El casero encontró a Laura dos días después de esa noche. Su cuerpo yacía frente a la puerta del baño completamente bañado en sangre, con marcas en todo su cuerpo de rasguños profundos y sus entrañas esparcidas por todo el piso a su alrededor. Pero su rostro. ¡Oh Dios! Su rostro, era diferente, distorsionado, con los ojos mirando al techo fijamente con una mueca que simulaba una sonrisa y una expresión de horror que le hizo llorar hasta gritar con miedo y desesperanza. Que descanse en paz, Laura.