miércoles, 23 de abril de 2008

Pinche calor...

Tengo sueño... Y mucho.

Es increíble que el puto calor que ha estado haciendo te cause tantos estragos en tu descanso. Porque obviamente en el momento en que hace mucho calor pues se te antoja una chelita bien fría y pues el que toma solo es un alcohólico y para no darle de qué hablar a la gente pues le marcas a los cuates a echar el ets-bots y te quedas jugando hasta las tres de la mañana y te paras temprano cual hormiga obrera para ganarte el pan nuestro de cada pinchito día. Pinche calor.


Ya con el sol en todo su apojeo sales a echarte unos taquitos para la cabeza. Como el "don" ya te conoce se acerca hacia tí cual espía industrial y te dice "psst... ¿Qué mi joven, una chelita pa'l calor?" y como no hay nada más frío alrededor, con los tacos, el sol... Dos chelitas, nada más. Regresas a la oficina y lo primero que ves es a tu jefa caminando directo hacia tí y se acerca a saludarte. No hay nada qué hacer, te delata el coronazo (era un puesto de lámina, no esperes algo mejor). Ni modo, directo a su oficina. Pinche calor.


La maldición de esta temporada es la ropa que usan las mujeres. Hombros descubiertos, blusas cortas, escotadas (¡Dios santo!), con telas delgadas que se transparentan hasta las anginas (see...) y vestidos cortos que las hacen verse más deliciosas que un tasajo de cecina de yecapixtla para un perro carretero con hambre. Invariablemente caminas con la novia al lado y no puedes evitar el impulso de voltear, a lo que escuchas "¡Qué le ves a esa vieja!" y piensas "Todo...", pero atinas a decir "nada mi vida, es que ese vestido me gustó para tí...". Obviamente no te cree y te la arma de pedo toda la tarde. Pinche calor.


Estás sentado en la oficina de tu jefa oyendo la aburridora de "lo voy a pasar esta vez sólo porque eres tú" y disfrutando del aire acondicionado. Ya medio lento por el bla bla bla se te empieza a caer la mirada hacia la hendidura oscura que hacen los montes tlalnepantlenses en medio de la oscuridad nebulosa, osease, le empiezas a ver las anacletas en su blusa negra. Al momento que no dejas de admirar el ni tan bello paisaje ves que dos protuberancias empiezan a formarse proporcionalmente a la amplitud con la que vas abriendo los ojos cuando ves una mano que se acomoda la blusa para que no veas de más. Ahora aparte de pedo, fisgón. Pinche calor.


Terminas en tu casa forzadamente "para que pienses en el curso de tu carrera profesional", con sueño, peleado con aquella y con un buen de calor. Lo único que atinas a hacer para bajarte el coraje de verle las marías a tu jefa (y que te haya cachado) es destapar unas chelas, hablarle a los cuates y ponerte a jugar ets-bots toda la noche. Insisto, pinche calor.



Ora sí, hasta la próxima semana.

2 comentarios:

Dayz dijo...

Este si fue poesía pura...!!!

Juan! dijo...

Acabas de ponerle palabras al pensamiento colectivo... ese que es socialmente reprimido.

Maldita sea... Pinche calor!