La gente es idiota. Dejen explicarme...
No, no hay nada qué explicar. La gente es idiota. Punto.
Estaba en el metro y entrar fue casi un triunfo. Toda la gente se amontona en las puertas y se aferra a estar cerca de la salida. Se hacen unas peloteras terribles y los pasillos van completamente vacíos. Hasta que a algún iluminado por San Jacinto se le ocurre irse a los pasillos es cuando se empieza a desasolvar la gente a, ahora sí, llenarse hasta el mismísimo moco. Pero no para ahí, no...
Está el hijito de la chingada que quiere entrar a huevo. No cabe pero se para en el riel de la puerta y se agarra del marco superior para estirarse más y, según él, caber mejor. ¡No mames! Pinche panza tragabirria que hasta el colesterol ya se le bajó a las rodillas y se quiere hacer el finito para entrar e irse. Una vez superada la etapa de la empujada las puertas se quieren cerrar y chocan con la panza de este pobre pendejo y el metro no avanza. Y no falta que desde atrás se oiga "¡Bájate pinche panzón!", a lo que el individuo en cuestión contesta "¡Tu madre, güey!" y el que está atrás de él alcanza a decir "pus chupas, Tadeo..." y tremendo empujón que le propina y lo bota hasta la pared del pasillo. La risa es general.
El panzas se para bien ardido (porque no está ni enojado ni encabronado, está ardillísima) y se cierran las puertas. El panzas le pega al vidrio de la puerta y le grita al que lo empujó "¡Te voy a partir la madre, puto!" y el que lo empujó le saca la lengua y se empieza a reir de él y empiezan a intercambiar sonoros adjetivos de uno hacia el otro.
El metro no avanza y estos dos se siguen peleando cuando se oye una grabación ahogada que reza: "Por favor, no impida el libre cierre de puertas" y mágica y graciadamente... se abren. Al panzas se le cae la cara y pela los ojos. El lenguas se queda con la ídem fuera y los ojos con miedo. La expectativa crecía cada vez más por ver quién reaccionaba primero, todos aguantando el aliento pendientes de los movimientos de estos dos idiotas y... se cierran las puertas. Se oyó el soltar de aliento (y también se olió, deberían prohibir la venta de gorditas con cebolla afuera de cualquier estación) y la decepción por estos dos puñales.
El panzas medio atina a reaccionar tardíamente y le pega otra vez al vidrio de la puerta. El lenguas voltea de un lado a otro y se empieza a burlar otra vez del panzas. Ya no hay nada nuevo pero el pinche metro no avanza todavía. Del sonido metril se oye una corneta y se abren nuevamente las puertas. Estos dos se vuelven a ver sin saber qué hacer cuando una señora, no más de 1.40, pelo chino canoso y sendo tonelaje, alza su manitas a las pompas del lenguas (que era lo que le quedaba a la altura) y con toda la fuerza que diosito rey le da empuja al lenguas fuera del vagón y cae encima del panzas. Y que se arman los putazos. La señora solamente presume a todos las láminas metálicas en sus dientes de estaño en tremenda y triunfal sonrisa. Llegan los polis, se cierran las puertas del metro y por fin toma camino.
Pero tampoco para ahí, no... Ahora el pedo es salir....
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